Es de un educador que conozco bien y al que siempre insisto que escriba algo para mi blog. Sus escritos sobre educación tienen mayor valor que cualquiera que pudiera escribir yo y, además, lo respeto mucho, es decir, su opinión, para mí, cuenta.
Es un poco largo, pero animo a leerlo hasta el final:
¿Qué significa plurilingüismo en educación? ¿La
enseñanza de lenguas (cuanto más mejor…) o el dominio de aquellas habilidades
lingüísticas/paralingüísticas que subyacen de toda lengua para que nuestros
alumnos sean capaces de desenvolverse en cualquier ámbito que le exija un
intercambio comunicativo? La respuesta no es fácil, ni de plantear ni de
responder; pero afortunadamente nos ha abierto un camino y una vía de trabajo en la que el mero hecho de planteárnosla
nos exige un cambio metodológico, una apertura hacia nuevas necesidades y
consecuentemente hacia nuevos objetivos mucho más exigentes con y para nuestro
alumnado.
Desde la creciente demanda de una mayor y profunda
formación de la sociedad en cuanto a idiomas se refiere (venimos de años de
gramática escrita y listas interminables de vocabulario que no hacían más que
formar interminables apuntes con formato diccionario), hemos abierto en
nuestros centros las puertas hacia la escucha activa del idioma, la comprensión
de textos tanto orales como escritos relacionados con la cultura del país del
idioma a trabajar, intercambios comunicativos en donde se hace más necesario
escuchar que recitar palabras, y sobre todo la puesta en práctica de todas esas
habilidades que interrelacionan el uso del idioma: dominio oral y escrito de
toda lengua a trabajar; en partes iguales, pues tan importante es el saber leer
como escribir, y por lo tanto, saber escuchar y hacerse escuchar, o mejor
dicho, comprender y hacerse comprender.
Los programas de bilingüismo se basan o se deberían
basar en el CFER (Common European
Framework of Reference for Languages), en donde se plasma las habilidades y
niveles de concreción del dominio de un idioma (desde el básico A1 hasta el
dominio del C2). Dichos niveles, son aplicables a grandes rasgos (y digo
grandes rasgos) en una escala evolutiva en nuestro alumnado, en donde si
contamos la primera etapa educativa obligatoria hablamos con un nivel de A1-A2
al terminar la etapa de Primaria, un nivel de B1-B2 al terminar Secundaria y un
nivel de B2-C1 al terminar Bachiller. Esto no es ni utopía ni imaginación
desbordada, es una realidad que se está empezando a reflejar en los centros
cuya enseñanza del idioma ha dado un vuelco total (ampliación de las horas
lectivas del idioma, asignaturas cuya lengua vehicular es el idioma elegido por
el centro, asignaturas extraescolares impartidas en el idioma a potenciar….)
Y a todos se nos viene a la mente la misma pregunta:
¿afecta esto al aprendizaje del resto de asignaturas? La respuesta no es
sencilla y seguramente desmontable dependiendo del sesgo subjetivo de quién la
escuche. Por lo que a mí respecta como educador, sinceramente creo que NO. Pero para que esto se cumpla tenemos que seguir ciertos
requisitos: docentes con un alto dominio del idioma (C1), docentes con un alto
dominio de su asignatura, recursos para toda la comunidad educativa (AMPA) y
unas programaciones de aula estudiadas y preparadas con tiempo para poder ser aplicadas con garantías. Como he iniciado esta idea, la mera respuesta
paradigmáticamente anula la respuesta hacia un sí, dado que es muy difícil
encontrar este perfil de profesor…o no? Nuestra meta como docentes, educadores
o profesores debería ser esa: dar lo máximo de nosotros y formarnos para que
así sea, no estancarnos en titulaciones de magisterio universitarias que tan
solo sirven, en el mejor de los casos, para colgarlas en la pared de casa.
Tenemos la obligación de investigar, formarnos, adaptarnos a las necesidades
cambiantes de nuestro alumnado, ofrecer una comunicación real con las familias,
y como dice el proverbio: “si el maestro
está preparado, el alumno aparece”. Si conseguimos que todo esto se cumpla,
el hecho de impartir modelos bilingües no afecta al concepto a enseñar, es más,
lo refuerza puesto que tan sólo en el ámbito escolar es donde se aplica con el
idioma vehicular elegido (por ejemplo inglés), y en casa y a través de los
medios de comunicación se absorbe en el idioma del país (por ejemplo
castellano).
¿Qué nos depara el futuro en los programas bilingües?
El futuro es cuanto menos incierto, y los continuos cambios políticos y por
ende educativos (lamentablemente hoy en día son dos adjetivos demasiado ligados
el uno al otro) no aclaran el panorama actual. Como la historia tristemente nos
ha enseñado no hemos sido capaces a lo largo de nuestros 36 años de democracia
en consensuar leyes educativas que se mantengan el tiempo suficiente para
valorar sus resultados, ya sean por lamentos políticos o por presupuestos
económicos que nunca llegaron.
Pero sigo siendo muy optimista, sigo viendo “Somewhere over the rainbow…”, veo la
ilusión con la que cada día mis alumnos se levantan ávidos y fervientes por
aprender, veo los quebraderos y malabares con las que los equipos directivos de un centro manejan unos presupuestos insuficientes para hacer llegar todos los
recursos demandados por el claustro, veo los esfuerzos inhumanos con las que
las familias afrontan el día a día; y sí, creo en la enorme labor que mis compañeros Maestros están realizando (la
M mayúscula no es casualidad), confío en un sociedad consciente de seguir
avanzando a pesar de la tormenta, y anhelo el tiempo en el que política,
economía y Educación no sean tres meros sustantivos en donde los dos primeros
predominen sobre el tercero, pero todo ello y termino citando al gran Michael
Ende: “..and that’s another story, and
shall be told another time”.